He tenido el hábito desde que tengo memoria de pensar, afirmación esta que en realidad no debería sorprender a nadie dado que, en principio, es una cotidiana acción que todos solemos hacer, sin embargo me refiero en esta oportunidad, a la acción de pensar no en abstracto, sino a la de pensarse.
Creo que se trata de un ejercicio de madurez, es un ejercicio sin duda imaginativo, que sin embargo implica la creación de las realidades en concreto, esto es, somos lo que pensamos, de allí que muchas culturas han dado importantes pasos, esto porque se han tomado la tarea de pensarse, pensarse en plural, en colectivo pero desde la mente individual.
Parto de la idea que cada individuo no es otra cosa que la expresión unitaria de conjuntos, que varían de manera casi tan diversas como los propios individuos, me trataré de explicar, un individuo es parte en general de una familia, un grupo de amigos, una tribu, una asociación laboral, un club de dominó, una escuela, un grupo de baile, una asociación de vecinos, un consejo comunal, una compañía, una institución, una pareja. Algunos conjunto son de naturaleza creativa positiva, otros no, pero todos, sin falta están conformados por individuos que piensan.
Lo que si es importante diferenciar es en la trascendencia de los pensamientos, dado que, cómo es natural, no es lo mismo pensar en términos de lo inmediato, lo que tiene que ver con la cotidianidad, aquello que apenas trasciende al entorno del conjunto, o grupo, donde se circunscribe lo pensado, llámese familia, trabajo, club, escuela, calle, es decir, aquello que de una u otra manera incluye a otros individuos con los cuales interactuamos, hecho que de plano ya nos hace seres políticos.
Ahora bien, qué ocurre con los niveles de pensamiento que trasciendes la interacción entre individuos, es decir, aquellos pensamientos que repercuten o pretenden repercutir, en mi junto a los otros, con aquellos conjuntos de personas que por su cuantía, resultan incognoscibles, pero con quienes sin embargo compartimos, la calle, el lugar público, el municipio, el país, el continente, el planeta; qué del pensamiento que apunta a la identificación del nosotros, pero dentro de esta última escala.
Tal vez , lo mejor, en este caso sea partir del silencio, pero no solo el silencio de la voz, sino del pensamiento, es evidente que pretender pensarnos como sociedades, mientras todos hablamos no posee ningún sentido, sobre todo porque por lo general, cuando las sociedades se han visto motivadas a pensarse lo hacen desde sentimientos de raíces negativas, coma la rabia y en ocasiones la desesperación, desde donde sólo podrá surgir reacción, simplemente opuesta , pero igual a la acción que la produjo.
Y qué tal si meditamos en conjunto primero, luego nos pensamos mejor, en tal sentido dejo esta idea al viento, con humildad y amor.